Mi sensación al llegar a la Ciutat fue la de haber encontrado el lugar que había visto en un sueño premonitorio, y es que, pensándolo bien, los colores del entorno, la presencia acuática, y la sensación arquitectónica me remitieron definitivamente a un sueño recurrente de mi adolescencia, cuando desde luego, no lo consideré premonitorio. En él veía el lugar de mi destino, un lugar de libertad al que iría a estudiar en el futuro (el posgrado, supongo); ahora me percato de que erré el tino por 303 kilómetros.
En primer plano a la izquierda, L'Hemisfèric, el Museo de las Ciencias, después el puente de L'Assut de l'Or y al fondo, el Ágora; a la derecha, L'Umbracle.
Al caer la noche
Tres de las cosas que más me gustan de la vida son el amor, los cuerpos de agua (mejor si están en movimiento) y lo que yo llamo la experiencia arquitectónica, que consiste en sentir cómo mi cuerpo se integra a un espacio arquitectónico: ver y sentirme inmersa en los colores, ver y sentirme parte del continuo de texturas, formas, volúmenes y proporciones, inquietarme ante las formas inasibles que crea el silencio arquitectónico, percibir los cambios de luz, temperatura y nivel de ruido cuando se pasa de un espacio a otro, recrearme en el juego intelectual de descifrar la semiótica del espacio o tratar de tomar conciencia de las asociaciones "libres" que hago en torno a las imágenes. Todo esto es una experiencia que se desarrolla en el tiempo, como la música, una experiencia acotada por un lapso temporal en el que cada instante contiene eventos distintos e irrepetibles.
La autopista (el puente Montolivet) se integra armónicamente a las formas en movimiento características de la Ciutat donde todo va (y nos lleva) hacia algún sitio
Los basamentos del puente se mimetizan con el agua que les rodea, frescos, lisos, resbaladizos, fluctuantes, las juntas del mosaico emulan el micro-oleaje producido por el viento, y piedra y agua parecen reflejar la luz del mismo modo
Vistas desde abajo del puente Montolivet:
De cerca no es posible dilucidar la forma del Palacio de las Artes, sólo se puede sentir la contundente solidez del hormigón
Self-portrait
Escalera y rampa hacia a L'Umbracle, aunque parecen llevar a un lugar más misterioso
Las formas fluctuantes de Calatrava conviven a cierta distancia con los ángulos rectos de la arquitectura tradicional
Alusiones náuticas: líneas inclinadas como el casco de una embarcación, ojos de buey
Esta perspectiva del Palacio de las Artes parcialmente oculto tras la autopista es muy rara
El Palacio de las Artes, que mi imaginación percibe como un barco cubierto por un casco pretoriano adornado por una gran pluma
L'Hemisfèric, sala de proyecciones IMAX y planetario
En cierta forma también parece un casco, pero de ciclista. Creo que Calatrava lo concibió como "forma de ojo".
También alberga la tienda de souvenirs y una cafetería
Por la noche los espejos de agua son aún más espectaculares, pero es más difícil tomar las fotos con poca luz
El Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, edificio inspirado en un esqueleto de dinosaurio
Yo, que insisto en interpretar la Ciutat como un espacio marino, prefiero pensar en el esqueleto de un pez gigante, una ballena prehistórica
El interior de los picos o mandíbulas parece revelar cierta intención iterativa
El esqueleto de animal prehistórico gigante durante la puesta del Sol
El puente de l'Assaut de l'Or (o puente del arpa) y detrás el Ágora
El Ágora es una plaza cubierta que según Calatrava está inspirada en la imagen de dos manos entrelazadas (los dedos en la parte superior) que pueden moverse semejando el movimiento de unas alas
Y el mapa 3D de la Luna, en una colección de "objetos científicos" tocables ubicada en un extremo de l'Umbracle
Atardecer bajo el puente de l'Assaut de l'Or
Un edificio el complejo oceanográfico
Reloj de Sol
Otro reloj de Sol
De izquierda a derecha, Tita I y Tita II discutiendo sobre cartografía lunar
La colección de palmeras de l'Umbracle
La luna entre el arpa y un silo gaudiano
Puertitas gaudianas de l'Umbracle
Se interpretó una toccata de J.S. Bach
Un baile peruano (con el inevitable matiz transcultural)
En el público había tantos ex integrantes del orfeón como coristas. Se integraron para cantar los encores, que por lo visto eran parte del repertorio tradicional de la agrupación